Querernos es el mejor regalo

Existen multitud de motivos por los que deberíamos hacernos protagonistas de nuestra propia historia y vida. Es cierto que la realidad actual de algunas mujeres está condicionada por una gran violencia que se intersecciona en muchos ámbitos de sus y nuestras vidas. Estas vivencias y situaciones indescriptibles, que vienen provocadas por relaciones de poder, de toxicidad, de anteponer al otro, de desprotección, de mucha vulnerabilidad y de incontables indicadores de violencia, afectan directamente a la autopercepción y la autoimagen de cada una.

Quererse es el mejor regalo que una misma puede darse, pero ¿cómo actuamos cuando nos falta o cuando se nos impide conseguir algo tan esencial? La respuesta es demasiado compleja para dejarla plasmada en un pequeño escrito, pero uno de los puntos esenciales es encontrar espacios sanos de empoderamiento y autocuidado donde poder focalizar a nuestra persona en primer plano y reconstruir nuestra autoestima. Un trabajo muy difícil pero posible de alcanzar cuando tienes las herramientas y el acompañamiento necesarios.

Facilitar talleres y recursos donde las mujeres puedan poner atención en su autocuidado permite que exista un trabajo de empoderamiento y concienciación de sus virtudes y capacidades. Es necesario poder proporcionar y potenciar estos espacios desde las entidades que dedican su trabajo a proteger a las mujeres víctimas de violencia machista, a la vez que también es esencial velar por que ellas mismas sean capaces de decidir el destino de su futuro. Las mujeres deben sentir un lugar seguro donde convivir y sentirse entendidas, en tanto que su voz ha quedado anulada durante demasiado tiempo, y debe conseguir que se sientan escuchadas, valorando todos sus progresos, inquietudes y necesidades vitales.

Desde la mirada de una educadora, se ha observado lo positivo que es poder disponer de una colectividad y una red social donde poder apoyarse. Gran parte de estas protagonistas llegan a los recursos completamente desamparadas, sin vínculos ni soportes que puedan facilitarles el proceso de mejora. Encontrarse con otras mujeres, con las que acaban teniendo una conexión o, al menos, una convivencia, les da un sentimiento de pertenencia. Este factor permite potenciar espacios de sororidad y comunidad.

Así pues, la clave de todo no recae en la individualidad del proceso, sino en el conjunto de experiencias, vivencias y capacidades que da la colectividad, y que permite posicionarse como un individuo necesario en una sociedad diversa.


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